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No son más de una decena, pero este puñado de grafiteros trabaja con empeño para dar vida a los sombrío muros de Ammán y sortear los tabúes de una sociedad conservadora para que su arte encuentre su lugar en Jordania.

Desde que empezaron a aparecer, hace unos 10 años, los grafitis se multiplicaron en el centro de la ciudad y especialmente en Yabal Ammán y Yabal al Lueibdé, dos de los barrios más antiguos de la capital jordana, habitados principalmente por extranjeros.

Así, los muros, las aceras y las largas escaleras de piedra de estos barrios fueron llenándose poco a poco de animales, flores, plantas o rostros humanos.

“Nuestra ciudad es linda, pero todavía se le puede dar más vida, color”, asegura Suhaib Atar, el grafitero más conocido del país.

En un estacionamiento de Yabal Ammán, el artista de 25 años intenta “transformar los grandes muros de cemento sombríos en una especie de cuadro expresivo lleno de vida”.

Wisam Shadid, un grafitero de 42 años, considera incluso que hay “líneas rojas” a tener en cuenta en una sociedad tradicionalista en la que se incrimina generalmente la creación artística. “Pintamos la naturaleza, animales, retratos, pero no tocamos todas las cuestiones vinculadas con la moral”, agregó

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