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También conocidos como etiquetas éticas, ya representaron US$ 977 mil millones en 2016 a nivel mundial en ventas, con el potencial de crecer más de 20% en los próximos cinco años.

Con unas 650 hectáreas certificadas como orgánicas y biodinámicas, la viña Emiliana es una de las empresas pioneras en esta materia dentro de la agricultura chilena, y una de las viñas más grandes a nivel mundial con esas características.

Si bien partieron de a poco en el proceso de conversión desde el manejo tradicional de los viñedos y bodegas, hace veinte años, actualmente es un eje central de la compañía -que también tiene el sello de comercio justo y del código de sustentabilidad de la industria del vino chileno-, aun cuando no siempre se retribuya en términos de precios para el consumidor final.

“Independiente de cómo produces un vino, el producto es de cierta calidad y con eso entra en un rango de precios. Lo que nosotros buscamos con la certificación es dar cuenta de la confianza y de que estamos realmente comprometidos”, afirma el gerente de sustentabilidad de Emiliana, Sebastián Tramon, y detalla que tienen planes para asociarse a otras viñas certificadas como biodinámicas.

Pese a que en términos de precios, en el caso de Emiliana no ven ventajas claras por contar con varias certificaciones, a nivel global las ventas de productos que tienen sellos éticos o sustentables van al alza y al año 2016 ya representaban un mercado de más de US$ 977 mil millones, según cifras de la consultora Euromonitor, y se espera que a 2021 esa cifra aumente en alrededor de 24%.

Se trata de un mercado que hasta ahora está más desarrollado en Norteamérica y Europa, los que seguirán dominando en términos de volumen de ventas en los próximos años, aunque se estima que el mayor crecimiento porcentual de las ventas de estos productos -que tienen certificaciones y sellos relacionados con el medio ambiente, las creencias religiosas o salud de las personas y el bienestar animal, entre otros- se dará en Latinoamérica (ver infografía).

“En particular, etiquetas como vegano, kosher y natural se espera que sean claves para el desarrollo de categorías emergentes en alimentos y bebidas, como los snacks , jugos y alimentos para guaguas, donde los consumidores están dispuestos a pagar más por un producto de mayor calidad y más saludable”, proyecta la analista senior de Euromonitor International, Trishna Shah.

Qué sello elegir

Mientras la tendencia global confirma que el uso de sellos va al alza, los analistas, empresas y certificadoras coinciden en que es difícil recomendar a un productor o exportador a cuál apuntar, ya que para eso es clave evaluar la naturaleza del producto -si es procesado, fresco, agrícola o pecuario, por ejemplo- y a qué mercado se quiere apuntar, para luego analizar en qué nicho específico hay oportunidades a mediano y largo plazo.

“Tener una certificación es un sello diferenciador con la competencia local e internacional, y el mercado lo paga, por lo que tiendes a tener un mayor retorno. La mayor parte de las veces requiere de una inversión inicial, pero cuando ya estás en el mercado, en general ese producto tiene un mayor precio frente al consumidor final”, afirma la subdirectora nacional de ProChile, Marcela Valenzuela.

Respecto de las oportunidades específicas, un estudio realizado por las 56 oficinas de ProChile el año pasado, que consideró a 79 certificaciones en total, identificó que en cada continente y región la demanda es diversa, pero que, en general, los sellos que lideran son los de orgánico, comercio justo, halal y kosher, además de los relacionados con la inocuidad, seguridad alimentaria y buenas prácticas agrícolas.

Con una mirada global, Trishna Shah, de Euromonitor, aclara que el potencial de cada sello varía según cada región y producto, aunque en general es en los países desarrollados donde el concepto de una “vida ética” se da en forma más masiva y la prevalencia de alimentos que tienen a lo menos un sello en sus etiquetas es más alta.

“En Estados Unidos es donde se espera que se genere el mayor crecimiento a futuro en las ventas de productos con sellos éticos, sumando ya unos US$ 262 mil millones el año pasado, debido a su gran base de consumidores y a la concentración de empresas de alimentos y bebidas que tienen un alto potencial de innovación”, explica.

La analista añade que en países emergentes, como China y Brasil, también se esperan oportunidades de crecimiento a futuro, en la medida que los consumidores se vuelven más sofisticados, aumenten los ingresos de la clase media y la conectividad, lo que generaría una mayor demanda por productos con sellos éticos en las categorías de aguas embotelladas, comidas preparadas y leches alternativas, como las vegetales.

La sustentabilidad al alza

Uno de los sellos menos conocidos que se utilizan en Chile es el de Rainforest Alliance -que certifica la sustentabilidad de una unidad productiva de manera holística, tomando en cuenta el área ambiental, laboral y económica-, presente en el país desde hace cinco años, ya cuenta con 204 productores certificados en rubros como los cítricos, paltas, frutos secos y berries , entre otros.

Lo que busca el proceso de esta certificación -que a nivel mundial ya suma unos 4,4 millones de hectáreas, tanto productivas como de conservación- es fomentar que en los campos se incorporen prácticas sustentables de manera integral, en temas como el manejo de los recursos naturales, condiciones laborales de los trabajadores, interacción con las comunidades y gestión ambiental, con compromisos de mejora continua en el tiempo, y ha tenido una fuerte penetración en otros países latinoamericanos, como Colombia, Perú y Ecuador, en cultivos como el café, cacao y flores.

“La certificación no puede garantizar un mejor precio del producto, pero tenemos claro que hay nichos que están prefiriendo esos productos y que el sello representa un plus . En este momento, la razón principal por la que una empresa nos busca es porque su cliente se lo está condicionando o exigiendo”, explica el gerente regional para Latinoamérica de Rainforest Alliance, Freddy Peña.

También detalla que, más allá del potencial comercial, suscribir prácticas sustentables y garantizarlas con una certificación para el cliente o consumidor final trae beneficios para los productores en términos de eficiencia dentro de los predios y de controlar mejor los recursos que tiene y la calidad del producto final.

Lento despegue biodinámico

La viña Emiliana es, por lejos, la principal empresa certificada en Chile como biodinámica, con el sello internacional Demeter, que tiene como requisito previo estar certificado también como orgánico, y que ya suma alrededor de 1.500 hectáreas en el país entre viñas, arándanos, manzanas y paltas.

Si bien es una superficie pequeña en comparación con la orgánica, quienes forman parte de este sello lo ven como un paso más de avance en el manejo productivo.

“Es un sistema que todos los años tiene interés por parte de productores, pero no es tan sencillo entrar, ya que tiene requerimientos especiales y muchos lo ven como algo muy místico y se alejan, aunque no es tan así. Normalmente, quienes llevan un tiempo en lo orgánico quieren dar el segundo paso y ser biodinámicos, y eso toma al menos un año más de transición”, explica el gerente de operaciones de la certificadora Ecocert, Cristián Carranza, quien es uno de los dos auditores que existen en Chile para certificar con el sello Demeter.

Una de sus particularidades es que no solo el productor se certifica, sino que también los importadores y distribuidores de los productos biodinámicos, lo que se ha traducido en una traba comercial, ya que Demeter también cobra aparte por usar el sello.

“Eso en ningún caso es algo que nos abra oportunidades y lo hemos estado discutiendo desde hace tres años. Nos complica cuando tratamos de venderle a una gran cadena de supermercados en Estados Unidos, por ejemplo, que no tiene un contrato firmado con ellos, o también con una tienda pequeña en Inglaterra, que no entiende por qué si está haciendo un negocio conmigo tiene que meterse un tercero, cosas que finalmente nos han significado no poder concretar algunos negocios”, comenta Sebastián Tramon, de Emiliana.

Pese a esas limitantes, Cristián Carranza asegura que el volumen de certificaciones Demeter crece a nivel mundial, que se está hablando más del manejo biodinámico, de la mano del creciente interés por productos naturales y ecológicos.

“En Chile, en la medida que haya cada vez más productores orgánicos, va a ir creciendo el grupo de productores que están más maduros y van a querer dar el siguiente paso a lo biodinámico. Yo creo que a futuro se va a ir desarrollando más una industria de procesados biodinámicos, como pulpas y jugos de frutas”, proyecta Cristián Carranza.

US$ 262 MIL MILLONES representa el mercado de sellos sustentables en EE.UU.

204 PRODUCTORES chilenos ya cuentan con el sello Rainforest Alliance.

1.500 HECTÁREAS están certificadas como biodinámicas en Chile, con el sello Demeter.

Fuente: Revista del Campo

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